19 de junio de 2009
Medicinas Tradicionales "sin fecha de caducidad"
La autora, licenciada en Biología (Medio Ambiente), advirtió de dos peligros durante la presentación, efectuada ayer, de su trabajo: El primero, el abandono de la actividad ganadera afectará a los espacios rurales, y los campesinos ya aprecian el cambio de paisaje, algo que también significa una transformación en los usos de las plantas; el segundo aspecto, la pérdida de esos conocimientos se produce a pasos agigantados», a pesar de que forman parte de la cultura tradicional. No obstante, se trata de una materia «poco estudiada». Y, por eso, alertó ante esas previsibles pérdidas.Gallego Carricajo realiza un catálogo de las plantas (con los nombres científicos y los vernáculos), documenta los usos tradicionales que se le daban y verifica la vigencia de tales empleos en la actualidad, efectúa una clasificación de las especies y aporta unas conclusiones acerca del medio y su futuro. La joven bióloga realizó encuestas en las poblaciones rurales «sobre el conocimiento y manejo del mundo vegetal» y efectuó una «recolección e identificación de las especies», tareas que dieron paso a la «posterior organización de los datos». La inicial revisión bibliográfica anticipó la preparación del trabajo de campo (con la selección de las localidades: Fonfría, Flechas, Trabazos, Viñas, Mahíde, Riomanzanas, Figueruela de Arriba, Nuez, Sejas, Riofrío y San Vitero, además de Miranda do Douro y Penhas Brancas, en Portugal), los informantes, la labor realizada sobre el terreno, las encuestas, el léxico, la organización de los datos, la elaboración del herbario y el análisis. Al final, recoge las fichas de un centenar de plantas. La experta señala que «las plantas más utilizadas y conocidas son las del entorno urbano. Se han encontrado menos de uso medicinal de las que se esperaba y, en cambio, son numerosas las veterinarias». Puestos a elegir, o tal vez a certificar, Elisa Gallego considera que Aliste «es un lugar idóneo para la realización de estos estudios por el estado de conservación en que se halla su cultura tradicional».El estudio presenta «una información que pertenece a la cultura oral; si no se recoge, se pierde en el olvido», destacó Elisa Gallego. Su conocimiento por más amplios sectores de la sociedad permitirá apreciar mejor su interés y su valor científico. «Tenemos una gran suerte: la gran riqueza etnobotánica de la provincia zamorana», que se concentra en la zona oeste. Lo importante, aparte del fin –la recogida de nombres y de usos–, es el método: «Salir al campo con los informantes», que tanto saben a través del legado transmitido. Aquella se mostró satisfecha «del resultado final» de la investigación. La experiencia, así la calificó, «ha sido gratificante». No lo dudó: «El uso de las plantas posee más vigencia de la esperada» en la alimentación.El pueblo –el que sale al campo, y sabe lo que ve, porque todavía distingue– designa esas plantas con nombres más accesibles y, frecuentemente, más sonoros: Aliso, uvas de perro, balea, espino blanco, escoba, retama, urz, tomillo, altramuz, poleo, acedera, saúco… Habrá que darse prisa. Porque esa cultura heredada de las comarcas zamoranas, que acumula sabidurías sin dar importancia a la cosecha de los días, se halla en peligro. Lo hecho por Elisa Gallego, que data y sitúa una realidad, la salva de esa muerte anunciada que llaman olvido.Un vocabulario y una cultura amenazadas por el rápido avance del progresoNo tienen fecha de caducidad, aunque los tiempos y los progresos tanto cambien, ni de efectividad. «El hombre está totalmente condicionado por el medio en el que vive», pero esa relación «ha sido muy diferente en el entorno rural y en el urbano», apuntó Elisa Gallego. La cercanía a la naturaleza ha dotado a las gentes campesinas de unas especiales capacidades para extraer las riquezas que otorga el campo, aunque siempre haya estado a la intemperie en cuanto a la consideración social. «Los pobladores del medio rural saben, o más bien sabían», añade, «cómo aprovechar los recursos que la naturaleza les ofrecía, sirviéndose de ella para solucionar sus problemas cotidianos». Así, «la entendían» sin especiales estudios. Ese conocimiento «empírico lleva asociado un vocabulario y una cultura propias, que se van extinguiendo tan rápidamente como avanza el progreso». La etnobotánica, disciplina científica, tiene ahí un amplio campo de estudio.Pedro García recordó que la publicación «cierra el ciclo de la ayuda que el Florián de Ocampo aporta a los jóvenes investigadores». La colección se inició el pasado año. En este caso, corresponde a una «rama del conocimiento que no habíamos abordado en el IEZ. En estos momentos, donde se hallan los medicamentos con marca y los genéricos, también existe esta medicina natural, con remedios para los humanos y para los animales».
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